Rosa, una vida luchando

2020-06-22T21:22:49+01:0022/06/2020|

Rosa era una chica que con 18 años destacaba de las demás, tenía un físico casi perfecto. Era una chica de anuncio. Con 18 años conoció al que sería su marido, Juan. Fueron novios durante 4 años, un noviazgo intenso y apasionado, como el de casi todos los novios jóvenes. Cada vez que se veían eran volcanes en erupción, a pesar de las quejas de los padres de Rosa que decían que ese chico no era para ella, que era demasiado poco para una mujer tan guapa como ella. A pesar de eso continuaron juntos.

Cuando llevaban dos años de novios, pasó algo que pudo cambiar sus vidas. Fue un 18 de junio. Se encontraron en la cafetería de cada día, desayunaron bien, ella café con leche y dos croissants y él un bocadillo de jamón y un café con leche. Cuando acabaron de desayunar, cogieron la moto, una Honda 500cc, y se pusieron en marcha dirección a la Costa Brava, concretamente a Tossa de Mar, donde querían pasar el día. En una de esas curvas pasó la tragedia, un Seat Ibiza rojo a una velocidad excesiva los arrolló, ella saltó por los aires y cayo por un terraplén a varios metros. Se golpeó la cabeza, suerte del casco que le salvó la vida, dijeron los médicos. Él se llevó la peor parte. A pesar del impacto no soltó su moto, cayó al suelo y el coche le pasó por encima. La pierna izquierda se fracturó en varias partes y en la derecha se partió la tibia. Se dio un fuerte golpe en la cabeza. Los médicos no se explicaban como estaba vivo.

Rosa estuvo ingresada 10 días en el hospital y Juan, después de 2 meses en la U.V.I, pasó a planta. Juan quedó con una ligera cojera por las fracturas, pero lo peor era el coágulo de sangre que tenía en la cabeza, del cual no se podía operar por el peligro de tocar esa parte del cerebro. Tres meses más y Juan pudo salir a la calle al fin.

Rosa trabajaba en una tienda de moda, era una gran vendedora: asesoraba a los clientes de maravilla y el porcentaje de las ventas le permitía vivir bien; por su parte, Juan no podría trabajar más, pues su cojera le dificultaba las cosas, pero era el coágulo a veces le dejaba bloqueado y se quedaba como una estatua, sin hablar, ni siquiera parpadear. Al no tener cotizado casi nada no cobraría más de 200 euros que se le volaban en las medicinas.

Los padres de Rosa la animaban a dejar a Juan, pero ella estaba tan enamorada y lo quería tanto que no se le pasaba por la cabeza tal cosa. Los padres de Juan también le decían que entenderían que lo dejara, una chica tan guapa y activa no tendría futuro con una persona minusválida. Rosa no solo no le dejó, al contrario, preparó su boda con él y, cosas del destino, también fue un 18 de junio. Rosa estaba más guapa que nunca y Juan con su traje gris estaba también espectacular.

El viaje de novios fue corto, fueron a París, un viaje apasionado, (dentro de las limitaciones sexuales de Juan, que no podía dar lo de antes a causa de las medicinas). Cuando regresaron a Barcelona volvieron a la realidad, una triste realidad: con 1500 euros de ella y lo poco que ganaba él no podían hacer frente a todos los gastos (alquiler de piso, luz, agua, gas, alimentación y sobre todo las medicinas que no entraban por el seguro), el dinero que le dieron por la indemnización por el accidente ya se acabó. Y la tensión era fuerte, sobretodo por parte de Juan, que se sentía culpable de todo, aunque Rosa le dijo siempre que no esa era la realidad.

Un día, uno de los encargados de Rosa la invitó a tomar algo a la salida, ella aceptó porque necesitaba hablar con alguien, pero en la cita se empezó a arrepentir, ella le contó todos sus problemas y él la escuchó y le hizo una oferta: podría ganar más dinero si se portaba bien con él, o sea, si se iba a la cama con él ganaría más. Rosa le dio una bofetada y se marchó de allí llorando.

Tres semanas después le llamaron a dirección y le dieron un papel para firmar, era la carta de despido. Alegaron bajada de ventas y por eso el despido, no se pudo hacer nada, a la calle, y con 6 meses de paro cobrando 650 euros el futuro era muy negro. Los padres de Juan no les podían ayudar, porque no disponían de capital para poder ayudarlos, y los padres de Rosa se olvidaron de ellos desde el día de la boda.

En la tienda del barrio la conocían y le hacían lista para pagar más adelante, igual que en la pescadería y la frutería, pero ella no podía pagar nada, fue pasando el tiempo y las tiendas cerraron el grifo, no podían asumir tantas deudas y ya no le fiaban. El ambiente en casa era irrespirable, Juan no salía a la calle por los fuertes dolores a los que se le sumó una fuerte depresión.

Un día, Rosa se encontró con una amiga de su juventud, estuvieron hablando 2 horas de los problemas de Rosa y antes de separarse la amiga le hizo una confesión: ella no trabajaba desde hacía muchos años, se ganaba la vida con su cuerpo, y no iba mal a juzgar por como se vestía y las joyas que llevaba. Le dio una tarjeta de visita por si se decidía.

Rosa sentía nauseas cada vez que lo pensaba, prostituirse para subsistir. Al fin un día se decidió y marcó ese número 63768… Al otro lado sonó una voz cálida, “¿sí, dígame?”
¿Contestará Rosa? ¿Con quién hablaba? Todo esto y más en la segunda parte de Rosa, una vida luchando.

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