Frio asesino

2021-02-15T17:36:15+01:0015/02/2021|

La policía se personó rápidamente en el lugar de la llamada. Un vecino llamó cuando se encontró con el horrendo espectáculo: dos personas asesinadas en el parque. La policía observó detenidamente el parque, todo estaba normal, blanco por la gran nevada que tuvieron esa semana, los columpios vacíos y mucha nieve. El muñeco clásico en los lugares nevados. Lo extraño y preocupante es que era el cuarto año que sucedían cosas parecidas, siempre después de las nevadas de invierno.

Cuatro años atrás, los niños jugaban en el parque fabricando un muñeco de nieve y los mayores hablaban entre ellos, era un lugar de reunión habitual de los vecinos. Cuando caía la noche se marchaban todos al calor de sus hogares. A primera hora, Ernesto, encargado de mantener limpia la zona, recogía las hojas de los árboles y dejaba todo limpio para cuando vinieran los vecinos. Empezaba muy temprano a las 6 de la mañana. Estaba limpiando el parque cuando se sintió observado por alguien. Miró alrededor y no había nadie. Siguió con su trabajo y notó un escalofrío en el cuerpo, se giró y solo pudo ver aquella figura que se le vino encima hasta acabar con su vida.

Cuando los primeros vecinos acudieron al parque encontraron toda la nieve roja de la sangre de Ernesto. Durante mucho tiempo, solo se habló de lo sucedido en el pueblo.

Al año siguiente volvieron las nevadas y el paso del tiempo hizo que los habitantes del pueblo volvieran a la normalidad, los niños a hacer el típico muñeco y a tirarse bolas de nieve. Muy pocos hablaban de lo sucedido el año anterior. Y unos días después de la gran nevada sucedió. Un vagabundo se paró a descansar en un banco del parque mientras se le pasaba la borrachera, se despertó, abrió los ojos y no pudo ni gritar. El cuerpo quedó separado de su cabeza, cayendo sobre la nieve un gran charco de sangre.

Los vecinos estaban asustados y no se acercaban por el parque. Llegó el buen tiempo y la normalidad volvió al pueblo, aunque nadie se acercaba al parque por miedo. Cuando llegaron las nevadas otra vez, el alcalde del pueblo puso un vigilante armado las 24 horas para tranquilizar a sus vecinos. Con mucha cautela, la gente se acercaba al parque, sobretodo para que los niños pudieran jugar a tirarse las pelotas de nieve y fabricar su muñeco con la normalidad que requieren esas cosas.

Los días pasaron y aunque las conversaciones eran sobre lo sucedido en los dos últimos años, se respiraba cierta tranquilidad. Cuando la nieve empezó a derretirse sucedió: el policía que vigilaba el parque se asustó al ver unas sombras entre los árboles, desenfundó la pistola y se acercó al lugar donde vio las sombras. Miró entre los árboles y no vio a nadie. Se relajó y volvió a meter la pistola en el cinto. Se giró, una ráfaga de viento helado le envolvió y dejó de respirar ante el ataque tan fuerte que recibió. Lo encontraron muerto al día siguiente los vecinos.

Durante mucho tiempo, nadie frecuentó el parque por miedo y si alguien se acercaba era acompañado de tres o cuatro personas que no paraban de mirar para todos lados mientras los niños jugaban. Este año que parecía tranquilo otra vez sucedió la tragedia. Esta vez fue una pareja de jóvenes que, sabiendo que nadie se acercaba al parque por miedo, decidieron dar rienda suelta a su pasión en un rincón fuera de la vista de todos y donde no había mucha nieve. Fue igual que los anteriores años, cuando se estaban besando apasionadamente, una ráfaga de aire helado les atacó dejándolos sin vida en el lugar.

Mientras los policías revisaban todos los rincones, unos ojos los estaban mirando fijamente y al ver tantas personas en el parque, le entraron más ganas de matar a alguien más. Los policías estaban incómodos mientras hacían su trabajo. Se levantó un poco de viento y hacía que la visión fuera muy poca. Uno de ellos notó algo tras él, la ráfaga de aire le envolvió y solo pudo hacer que lanzar un grito de terror. Sus compañeros se giraron y solo pudieron ver como un muñeco de nieve atacaba a su amigo. Cuando acabó con él, se acercó a otro. Los ojos del muñeco eran rojos de la sangre de sus víctimas. Un policía corrió con un leño ardiendo acercándolo al maligno muñeco de nieve, ante lo cual no tenía poder. Los demás policías se acercaron igual con más leños ardiendo. Cuando el muñeco era solo un charco de agua pararon. Desde entonces, nadie fabrica muñecos de nieve en ese pueblo y nunca más volvió a suceder nada parecido.

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