Abandono total

2021-04-12T11:24:50+01:0012/04/2021|

Miguel ha estado toda su vida trabajando y luchando para que la familia saliera adelante. Se casó muy joven, con 17 años. Su mujer, Luisa, tenía entonces apenas 16 años y meses, fue un matrimonio a la carrera. Ella se quedó embarazada y 9 meses después nació su primer hijo, al cual le pusieron el mismo nombre que él: Miguel. Recuerda sonriendo como cuando su mujer llamaba “Miguel”, los dos al unísono contestaban “¿qué?”. Acabaron llamando Miguelín al pequeño y Miguel al padre.

Cuando cumplió el pequeño dos años, Luisa se quedó embarazada otra vez, estaba vez fue una niña y la llamaron Andrea, este era el nombre de la madre de Miguel. Sucesivamente fueron naciendo Carlos, Luisa y Mariona, esta era la familia, cinco hijos y la pareja. Vivieron durante bastante tiempo en una pequeña casa de dos habitaciones, por eso alguno dormía en un sofá cama que tenían en el comedor. Cuando mejoraron económicamente, se mudaron a una casa más grande, donde tenían cuatro habitaciones. Eran tiempos de mucho trabajo, Miguel trabajaba doble turno en la fábrica y Luisa limpiaba casas, hacían auténtico encaje de bolillos para poder cuidar de sus hijos trabajando.

Recuerda Miguel con un gesto de nostalgia la cantidad de veces que se quedaron sin dormir los dos porque alguno de los niños estaba malito y tenían que vigilar la fiebre y las medicinas que tenían que tomar. Su cara se pone un poco más seria recordando la operación de anginas de tres de sus vástagos, Miguel, Luisa y Carlos, varias veces corriendo al hospital para darles puntos a alguno de ellos por caídas y golpes. También le viene a la memoria todas las comuniones de sus hijos, los niños vestidos todos de marineros y las niñas de princesas, parecían novias en pequeño. Se le caen unas lágrimas de felicidad rememorando las bodas, en todas ellas se sintió orgulloso de ser el padre. Los banquetes de las bodas eran espectaculares, todo le parecía poco para ese día tan señalado para la familia, y por supuesto también recuerda las veces que le vinieron a pedir ayuda económica porque no llegaban para pagar alguno de ellos. También recuerda con una sonrisa todos y cada uno de los nacimientos de sus nietos, en total doce nietos.

Un recuerdo que le acongoja mucho es el día que falleció su esposa. Él estuvo los últimos tres meses de su vida junto a ella en el hospital. Sus hijos venían a visitarla, pero todos trabajaban y no podían estar mucho tiempo. A él no le importaba, él estaba dispuesto a dar todo por su esposa. Triste fue el día del entierro. Estaban los cinco hijos y Miguel para tan triste despedida. Le costó mucho volver a la normalidad, pero todos le decían la vida sigue, y si, es verdad, seguía, pero a él le faltaba un trozo de su corazón. También recuerda la tristeza que sintió cuando Mariona, su hija pequeña, se separó, aunque al poco tiempo volvió a empezar una nueva vida junto a otra pareja.

Otro recuerdo, pero más cercano, fue cuando un médico le dijo que tenía una enfermedad degenerativa que se llamaba enfermedad de Huntington. Un recuerdo muy doloroso fue cuando decidieron sus hijos que tenían que ingresarlo en una residencia geriátrica. Y justamente en esta habitación donde tiene una cama, una mesita y un pequeño armario es donde está recordando su vida, una vida que pasó luchando por sus hijos y ahora lo único que no recuerda es el último día que alguno de sus hijos le vino a visitar. Y no porque tenga mala memoria, al contrario, es lo único que le funciona medio bien. No recuerda ese día porque hace mucho que nadie le visita, ni siquiera en las últimas Navidades nadie le visitó. La única alegría que tiene es cuando algunas de las auxiliares le hace alguna broma para que sonría. Hace ya casi dos años que nadie le visita ni recibe una llamada telefónica y él en este cuarto va desgranando sus recuerdos.

De vez en cuando mira a la ventana de su cuarto y se acerca a ella con intención de abrirla y acabar con todo, pero no puede porque las ventanas están bloqueadas. Cuando come lo hace sin ganas, la pena no le deja comer. Cada día está más delgado, los médicos le dan vitaminas y de esta manera pasa los días. Y hoy, 12 de abril, se durmió mirando la lluvia que golpeaba en la ventana. Y de esa manera lo encontró la auxiliar de la residencia cuando fue a ayudarle para acostarse, lo encontró durmiendo el sueño eterno. Al fin podía reunirse con su querida Luisa. Los hijos fueron avisados y todos estuvieron en el entierro de su padre. Más de uno lloro, lo que nunca sabremos es si fue por pena de perder a su padre o por remordimiento por el olvido.

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