Vecina imaginaria

2021-04-26T16:34:32+01:0026/04/2021|

Como cada día desde que se jubiló, se levantaba temprano, se preparaba el desayuno y salía a caminar por la montaña de su ciudad. Era algo que le encantaba realizar y le mantenía en forma. En estos momentos es cuando echaba en falta a su mujer que falleció tres años atrás, siempre salían a caminar juntos.

Ese día el sol era espectacular, parecía pleno verano, hacía una temperatura de 25 grados y todo hacía presagiar un día estupendo. Cuando llevaba una hora de paseo cerca del camino escuchó unos ruidos extraños. No eran de ningún animal, pues él ya se los conocía a todos. Se acercó sigilosamente y entre la maleza se abrió un poco de paso y quedó asombrado, no podía creer lo que estaba viendo. Allí había dos hombres y una mujer intentando enterrar el cuerpo de una persona. Los hombres estaban de espaldas y no pudo ver sus rostros, pero la mujer estaba de cara y pudo ver claramente que era su vecina, una chica de unos 45 años y soltera que no se le conocía pareja alguna. Vivía justo enfrente de él en un piso alquilado, se solían saludar amigablemente, pero nunca tuvieron una charla larga.

Ella levantó la cabeza y le descubrió entre los matorrales, dando aviso al momento a sus dos compañeros que se giraron automáticamente dejando de enterrar el cuerpo y corriendo hacia él. No se pudo estar quieto viendo como venían a por él y emprendió la fuga, atravesó el camino y se lanzó colina abajo. Los dos maleantes le seguían a gran velocidad para darle alcance. Él conocía el terreno y estaba en forma a pesar de su edad, los perseguidores perdían distancia y le tiraban piedras para hacerle parar, pero él no pensaba pararse por nada, sabía que si lo cogían acabaría como el que estaban enterrando muerto.

Cuando pasó más de media hora huyendo, recordó una mina abandonada cerca de donde estaba y se dirigió a ella. Los dos perseguidores continuaban tras él y las intenciones no eran buenas. La entrada a la mina estaba camuflada por unos matorrales, los apartó y se introdujo en la mina. Desde dentro pudo ver como se acercaban hacia el lugar no dos, sino tres: la mujer se unió a ellos en la persecución. No se despistaron las huellas eran muy claras y se dirigieron a la entrada de la mina. Él tomó la decisión de esconderse más adentro. Conocía la mina pues muchas veces había estado dentro. Caminó unos 20 metros y se encontró tres pasillos paralelos; sabía que más adelante se unían, pero era una solución despistarlos aquí, se metió por el central. Era una galería abandonada, pero con algunos rincones que propiciaban esconderse, cuando halló uno se encogió en él.

Ya escuchaba a los perseguidores, que decidieron ir cada uno por una de las tres galerías. Se iluminaban con la luz de los móviles. En su camino venía uno de los hombres, que en la mano llevaba un cuchillo; lo vio desde el escondite. Se estuvo inmóvil esperando que se acercara, faltaban unos metros. Su esperanza era que no lo descubriera antes de estar a su lado. Faltaban dos metros cogió una roca con la mano y esperó…

Por los otros túneles, los otros dos avanzaban en la búsqueda del testigo. A la chica se le estaba acabando la batería y tenía que ahorrarla apagando cada varios metros. Vio una sombra unos metros más adelante y apretó con fuerza su cuchillo y caminó silenciosamente. Vio perfectamente como la sombra se movía, estaba segura de que era su vecino. Faltaban tres metros para llegar donde estaba la sombra en movimiento, el corazón le latía como un tambor. Dos metros y pudo observar que era una persona, todavía se le aceleró más el corazón. Tenía miedo de ser descubierta por sus latidos. Un metro y ya podía oír la respiración, aferró fuertemente el cuchillo y se lanzó sobre él, asestándole una puñalada en el corazón. Cayó en redondo lanzando un gemido salvaje. El gemido puso en alerta al que estaba cerca de él, que empezó a alumbrar por todas partes y a gritar llamando a sus compañeros. La chica le contestó:

-Ya lo tengo, venid!

Cuando iluminó el cuerpo se dio cuenta de que era el del compañero de fechorías, había matado al compañero.

-Nooooooooo! -fue el grito que escuchó desde su escondite. Era este el momento, pensó, o ahora o nunca. Se acercó el maleante con la luz y no descubrió el escondite, cuando pasaba junto a él, se levantó y le dio un fuerte golpe en la cabeza cayendo fulminado, no pudo ni emitir un pequeño grito. Solo quedaban la vecina y él, ella estaba tan asustada que se puso a gritar y esa fue la ayuda que recibió: por los gritos se pudo orientar hacia ella. Estando ya cara a cara él le preguntó:

-¿Por qué? ¿Por qué habéis matado a esa persona?

-Esa persona descubrió que teníamos una gran plantación de marihuana y quería ir a la policía. No podíamos permitirlo y tuvimos que matarlo -dijo la chica.

-¿Y ahora qué? -preguntó él.

-Ahora solo estamos tú y yo, ¿me vas a denunciar a la policía?

-No, si me dices donde está la plantación.

-Te propongo un trato -contestó la chica-. ¿Nos hacemos pareja en la vida y en el negocio, te parece?

-Acepto -fue la respuesta de él.

Esto es lo que dijo en su declaración cuando fue detenido por la policía antidroga al ser descubierta la plantación. La policía nunca descubrió ninguna mina, ningún muerto y con él no había ninguna chica. Se cree que sufre un trastorno de personalidad y por eso no fue a la prisión, acabó en un centro psiquiátrico, aunque su sonrisa hace pensar que todo fue una estrategia para no entrar en la cárcel.

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