Viaje misterioso (II)

2021-08-02T12:09:27+01:0002/08/2021|

En ese momento, una mano se apoyó en el hombro y antes de girarse escuchó…

—Señorita, esa no es la salida, le está esperando su coche en la salida principal.

¿Qué coche?, pensó Mercedes. Ella no tenía ningún coche pedido.

Antes de salir, el vigilante le pidió que subiera hasta la torre de la iglesia, alguien le quería saludar arriba. Subió las diferentes alturas de la torre, y visitó las distintas salas que se encontró en la ascensión, desde arriba se podía divisar todo el barrio de Mala Strana, pero no había nadie, estaba sola.

Sonó su teléfono, otra vez la voz distorsionada.

—Póngase en la parte izquierda, junto a la bandera, y miré hacia abajo.

Mercedes se acercó a la bandera y miró hacia abajo; allí estaba el misterioso personaje, saludándola con un leve movimiento de manos y tirándole un beso, pero la cara no pudo verla porque la tenía tapada con una máscara y desde 65 metros sería difícil reconocer. Bajó rápidamente desde la torre y salió a la calle, no había ni rastro del misterioso personaje, solo el coche que le estaba esperando. Subió al automóvil y el chófer en un correcto castellano le dijo:

—Buenas tardes, señora Mercedes.

—¿Quién le pidió que me esperara? —preguntó ella.

—No lo sé señorita, solo recibo órdenes —contestó el empleado.

Mercedes permaneció en silencio mirando por la ventana del auto, disfrutando las vistas de esta encantadora ciudad. Cinco minutos después, el coche se detuvo y el conductor le dijo a Mercedes:

—Le esperan junto al reloj astronómico, en una hora le esperaré en este lugar nuevamente.

Dicho esto, arrancó el coche y se marchó. Mercedes caminaba con la vista perdida en todas las personas que pasaban junto a ella y nadie le era conocido. Llegó junto al reloj mirando su belleza, justo en el momento que daban las seis, y vio salir a los doce apóstoles en la parte alta del reloj, pero nadie más junto a ella. El teléfono volvió a sonar y nerviosamente se lo acercó a la oreja.

—¿Dígame? —pronunció Mercedes.

—Espero que el amor que siento por ti quede atrapado en el embrujo del reloj más bonito del mundo —y colgó otra vez la voz distorsionada. Pasada la hora, se dirigió al lugar que le esperaría el coche nuevamente. El chófer le esperó con una sonrisa que dejaba ver sus dientes blancos.

—Hola señorita, ¿continuamos la ruta?

—¿Dónde vamos ahora? —preguntó ella.

—Al puente de Carlos —contestó amablemente el chofer.

Llegado al lugar, se repitió lo anterior.

—En una hora regresaré, le esperaré en este lugar y no olvide visitar todas las estatuas. Son 30 y, cuando pase por la de San Juan Nepumoceno, ponga la mano izquierda en la base y pida un deseo, le será concedido.

Mercedes recorrió todo el puente mirando las estatuas y llegó a la de San Juan, recordó lo del deseo y lo realizó, puso la mano izquierda y pidió un deseo fuertemente: que el misterioso personaje se dé a conocer ya. El teléfono volvió a sonar, Mercedes ya no sabía si cogerlo o no, al final se decidió y descolgó.

—Buenas tardes, encantadora Mercedes —imposible conocer a la voz distorsionada.

—Buenas tardes —contestó ella amablemente.

—Sabe una cosa, Mercedes, su deseo se ha hecho realidad: acabo de pasar junto a usted, incluso la rocé con mis manos, pero no me vio.

Mercedes se giró en todas direcciones intentando ver quien era, algo imposible entre tanta gente. Estaba rabiosa, este personaje le estaba desquiciando por momentos y tomó la decisión que no le contestaría más al teléfono, si quería hablar con ella que se dejase ver.

El coche la estaba esperando en el lugar, con la sonrisa del conductor.

—¿Continuamos señorita?

—Sigamos —respondió Mercedes.

El resto del viaje fue visitar el castillo de Praga, la catedral de San Vito y, para acabar, el cementerio judío. Aunque el teléfono sonó, no lo cogió hasta el cementerio.

—Te portaste malamente y mereces un castigo por no contestar el teléfono. Y, ¿qué mejor sitio para castigarte que un cementerio?

Era noche cerrada ya y en el cementerio judío había muy poca luz. El miedo en el cuerpo le impedía respirar con tranquilidad, no había nadie, solo lápidas y ella. De entre las tumbas salió una sombra que se acercaba a ella silenciosamente. Al fin pudo escuchar la voz sin distorsionar, se quedó sorprendida y desconcertada. Esa voz le era familiar, era una voz muy conocida para ella. Cuando estaban frente a frente, Mercedes preguntó:

—¿Qué significa esto?

—Estoy enamorada de ti desde que éramos jovencitas y tú nunca me hiciste caso. Jugábamos en la playa y descuidadamente te acariciaba, y tú no me hacías caso, siempre con chicos para arriba y para abajo. No te diste cuenta de que yo no iba con ningún hombre, yo solo te quería a ti y estuve ahorrando toda mi vida para tenerte junto a mí y tú no quieres coger el teléfono. Ahora ya no hay marcha atrás, vas a morir por despreciarme cuando yo te quería para mí.

Mercedes miró a su amiga, la que la animó a que fuera al viaje, y vio en sus ojos la mirada de la muerte. Sintió un pinchazo en el corazón y cayó mortalmente herida junto a las lápidas del cementerio judío de Praga. La amiga de Mercedes contó a la policía todo lo que sabía del viaje, la policía investigó y no pudo encontrar la persona que realizó las reservas del viaje y pagó todos los gastos, solo ella sabía que el viaje fue un viaje de ida solamente, por desamor.

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