Regresión

2021-10-26T11:46:05+01:0026/10/2021|

Margarita es una adolescente alegre y divertida, siempre estaba de buen humor, muy buena amiga de todas sus amistades. Pero tenía un problema: en según qué momentos le hacía la vida imposible.

Empezamos esta historia cuando Margarita tenía 3 años, solía ir a la playa con su hermana más mayor y el resto de amigos del casal de verano. Al ser la más pequeña no sabía nadar y cuando los otros nadaban, ella se quedaba en la arena jugando con sus palitas y cubos haciendo sus castillos de arena.

Aquel día, durante las prácticas de natación, su hermana se quedó con ella jugando como siempre. Margarita se portaba muy bien y las monitoras estaban tranquilas porque nunca se movía de donde la dejaban, aunque pasaran tres horas. Era muy obediente, aquel día sería diferente, su hermana no tan responsable como ella, le propuso nadar un poquito.

—Margarita, vamos a bañarnos juntas vale— le comento su hermana Sonia.
—No Sonia, los monitores no nos dejan—
—Vamos tata no pasa nada, nos lo pasaremos bien—
—No que yo no sé nadar—contestó Margarita
—No te preocupes que yo sí, y te salvaré si pasa algo—le dijo Sonia.

Aunque no estaba muy convencida, cogió de la mano a su hermana y se fue acercando a la orilla. El mar estaba tranquilo y parecía una balsa, entraron poco a poco en el agua. Sonia cogió de la mano a Margarita y empezó a adentrarse en el mar, poco a poco las niñas fueron dejando atrás la orilla. Margarita con la ayuda de su hermana iba avanzando hacia el profundo mar. Cuando estaban a unos diez metros de la orilla, Sonia dejo suelta la mano de la hermana, alejándose unos metros de ella.

—Vamos tata ya puedes nadar tu sola—dijo Sonia girándose. Los ojos se le salían de las órbitas cuando no vio a su hermana, se estaba hundiendo en el azul del mar.

Los monitores se lanzaron corriendo en la busca de ella, pero no la veían, se había hundido muy rápido. Margarita, al ver alejarse a su hermana, se quedó bloqueada y no pudo ni gritar. El agua empezó a entrar en sus pulmones muy rápido y se hundía, no tardo más de unos segundos en perder el conocimiento y dejar de intentar salir a la superficie, se hundía como un plomo, sin remedio veía la muerte en su mente.

Los monitores lograron ver el cuerpo de la pequeña en el fondo del mar y sacarlo a la superficie. Practicaron la respiración boca a boca y masaje cardiaco. A los pocos segundos, la niña echó una gran bocanada de agua y empezó a toser y respirar con ansiedad. Fueron unos segundos los que estuvo muerta, vio la luz al final del túnel, pero antes de traspasarla volvió a la realidad con la ayuda de los monitores.

Las dos hermanas lloraron durante horas. Con el tiempo se fue pasando el susto para todo el mundo, menos para Margarita. Cuando se acercaba a un lugar con abundante agua, sufría. Se quedaba bloqueada, le daban taquicardias, se caía al suelo mareada. Incluso se hacía pis encima.

Sus padres se empezaron a preocupar y la llevaron a varios médicos. Todos lo achacaban al trauma por el que paso ese día, pero nadie pudo confirmar lo que pasaba realmente hasta que un día alguien le dio la solución: —porque no lleváis a la chica a hacer una regresión? —
los padres se quedaron un poco sorprendidos.

¿Qué era eso, y como se hacía? Cuando lo tuvieron claro, acompañaron a Margarita a hacer una regresión hipnótica, sabrían mejor cuál es la causa de su fobia al agua en grandes cantidades.

Llegaron a la consulta y hablaron con el doctor González, especialista en regresiones al pasado, en busca de una causa a un trauma o fobia. —lo que haremos en esta regresión es que la mente de Margarita vuelva al pasado y sabremos en qué momento cogió esa fobia—

—¿Es peligroso doctor? —preguntaron los padres

—No, aunque verán que no lo pasará muy bien. No tengan miedo, todo tiene su explicación y aclararemos de dónde le viene el miedo—.

Margarita estaba asustada, pero las palabras del doctor la tranquilizaron, estaba preparada. Cerró los ojos y el doctor empezó con la hipnosis regresiva, la chica cambiaba de estado de emoción, continuamente retorciéndose en la camilla de doctor.

Cuando pasaron unos minutos empezó a contorsionarse como una serpiente en el diván y contestaba vagamente a las preguntas del doctor.

—¿Dónde estás? — pregunto el doctor
—En la playa jugando con unos cubos de arena — contestó ella
—¿Qué está pasando? —
—Mi hermana me coge de la mano y me lleva hacia el agua —
—¿Y ahora que está pasando? —
—Me hundo en el agua, me estoy ahogando no puedo respirar —
—¿Tienes miedo? —
—Si por lo que sucedió anteriormente—

¿Qué pasó anteriormente?, nadie conocía nada anterior, la regresión continuó.

Ella seguía dando un repaso a todo lo pasado. De golpe cambio la regresión, empezó a tener convulsiones más fuertes y sudar muchísimo.

—¿Que está pasando? —preguntó el doctor.
—Estoy jugando en un lugar donde hay caballos, alguien se acerca a mí por detrás y tengo mucho miedo. Es un hombre con barba y viene hacia mí. No sé lo que quiere, no le conozco. Me coge del pelo y me tira al suelo. Ahhhhhhhhhhh —lanzó un grito Margarita.

—¿Qué más pasa? —
—Estoy en el suelo, me está golpeando. Me da muchas patadas, y puñetazos. No sé por qué, yo no he hecho nada—

—Me mete la cabeza en un abrevadero de animales. Nooooooooooooo— grita Margarita agarrándose el cuello.

—Me ahogo, me ahogo. Que alguien me ayude—. Ella misma se agarraba el cuello para intentar respirar; se retorcía, se desesperaba en el diván del doctor. El doctor intentaba sacarla de la hipnosis, pero ella no regresaba al mundo real; ella estaba ahogándose en un abrevadero de animales en 1870 en el pueblo de Guadix en Granada. Las manos de un bandolero la sumergían dentro del agua y no podía respirar. Se ahogaba, se ahogaba.

Dejó de respirar en ese momento igual que aquel día de 1870. Sólo que esta vez sus padres eran testigos de su muerte. En aquel año del siglo XIX nadie lo vio; solo un pastor que pasó por allí y encontró el cuerpo de una joven ahogada en el lugar donde bebían las bestias.

Los diarios solo contaron como una paciente del doctor González que practicaba una regresión murió estrangulada por sus propias manos ante la vista de sus propios padres.

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