Historias y vivencias de un camarero en Calella (XV)

2022-12-27T10:19:46+01:0027/12/2022|

Durante todos estos años pasaron muchas personas y cosas en la cafetería, continuo con unas cuantas anécdotas más.

Los lavabos de esta cafetería yo creo que están en la guía Michelin. Es increíble la cantidad de personas (sobretodo extranjeros) que entran en el bar y sin tan siquiera decir buenos días se dirigen a los lavabos. Lo curioso es que no tenemos ningún cartel que anuncie la dirección donde se encuentran y van directos (a veces se meten en el almacén o la cocina, por no preguntar). Yo los dejo, si no son capaces de decir buen día ya se espabilarán.

Muchas veces, personas que piden en la calle vienen para que le cambiemos las monedas, si estamos mal de cambio se las descambiamos sin problema.

Una mujer se solía poner en la puerta de la iglesia, venía cada día o cada dos días y os puedo asegurar que ganaba más que yo trabajando. En verano recogía entre ocho y diez mil pesetas. Otro caso, el de un chico que también pedía por la calle. Cuando venía, aparte de algunos billetes en una pequeña cartera, contaba todas las monedas. Este ya es en euros, descambiaba unos 60 o 70 euros, lo sorprendente era el final.

Contaba todas las monedas y apartaba las de 1, 2 y 5 céntimos.

—Hoy tengo 65 euros más o menos, ¿me los cambias?

—Sí, necesito cambio, hazlo montones y me dices cuanto.

—Hay setenta.

Yo contaba y, efectivamente, setenta euros.

—¿Y esas monedas?—le decía señalando las pequeñas que estaban apartadas sin contar.

—Esas para ti —me contestaba con un gesto despectivo otro pedigüeño, suele estar por la calle Iglesias siempre en bicicleta con una barra de pan.

—Tengo que comer, ¿me puedes dar algo?

Ya no le puedes comprar una barra de pan (ya la tiene), mucha gente se apiada de él y le dan unas monedas, os aseguro que después no son para comer, lo veía con mis propios ojos.

Una de las veces, se acerca a una mujer en una de las mesas de la terraza.

—Tengo hambre, ¿me puedes dar para un bocadillo?

La mujer negó con la cabeza.

—Si quieres le digo al camarero que te haga un bocadillo y te lo comes —no se pudo negar, justo en ese momento pasaba yo junto a ellos.

—Hilario, por favor, hazle un bocadillo a este chico.

—Yo no puedo comer cerdo —avisó.

—No te preocupes que no te pongo cerdo —contesté yo.

Él se vino detrás de mí, una vez dentro de la cafetería me vuelve a insistir.

—No me pongas nada de cerdo.

—No, tranquilo, ¿qué quieres, queso, atún o vegetal de pollo?

—Pollo.

Me dirijo a la cocina a preparar el bocadillo, una vez acabado salgo a la terraza para entregárselo.

—Aquí está el bocadillo, ¿donde está el chico? —le pregunto a la mujer que lo pidió.

—¿Qué bocadillo? Él me dijo que no teníais nada, que todo tenía cerdo y le di los tres euros para que se lo comprara en otro sitio.

Al final, la mujer se tuvo que comer el bocadillo ella, el elemento le levantó los tres euros.

He visto tantos abusos de gente que decía que necesitaba dinero (luego se los gastaban en tragaperras y vicios varios) que al final no doy dinero a nadie, si quieren comer algo si, dinero no.

Ahora que es Navidad, una anécdota triste, por el final.

Un cliente habitual era una persona muy huraña y antisocial, vivía solo, todo le molestaba. Me pregunta el 24 de diciembre a mediodía:

—¿A qué hora cerráis hoy?

—A las ocho y si se puede antes, antes —respondí.

—Esta noche no creo que cerréis a las ocho.

Cuando se acercaba la hora del cierre, esta persona paseaba justo por delante del bar, a las ocho menos cinco se decide a entrar.

—Buenas tardes, vamos a cerrar ya.

—Son las ocho menos cinco y me tienes que servir.

—Si quiere algo rápido, se lo pongo.

—A mí no me metas prisa, soy un cliente y me respetas como tal.

—Si te marchas a las ocho te pongo algo, si no, no.

—Sírveme y cállate.

En ese momento llegó la hermana del jefe.

—¿Qué pasa, Hilario?

—Que quiere que le sirva, ya le dije que cerramos a las ocho.

—Si, me tenéis que servir y me marcharé cuando quiera.

—Lo siento, cerramos ahora mismo, ya se puede marchar.

Salió de la cafetería despotricando contra todo. Al día siguiente, 25 de diciembre, le dio un infarto cuando se dirigía a la cafetería, murió en plena calle Bruguera.

Ahora que se acerca el fin de año, quiero felicitar a todos los lectores de esta humilde columna en esta gran web, si conseguí cualquier tipo de reacción con mis relatos y mis historias me doy por satisfecho.

Que el nuevo año nos traiga paz en los lugares donde hay guerra.

Abundancia en los sitios donde hay miseria y hambre.

Amor en todas partes, sobretodo que el odio entre humanos desaparezca sobre la tierra.

Cuidemos la tierra, cualquier pequeño gesto será importante.

Feliz año nuevo.

PD: El de la foto soy yo en la cabalgata de Palafolls hace unos años.

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