Lobos

2023-01-30T09:59:34+01:0030/01/2023|

Faltaban pocos días para su cumpleaños. Como cada año, solía viajar hasta el pueblo donde residían sus padres. Le gustaba pasar ese día con ellos, sobre todo desde hace tres semanas. 12 de enero de 2017, esta es la fecha en la que su padre desapareció, nunca nadie pudo declarar dónde estaba ni qué había pasado con él. Ese día, su padre salió de casa y nunca más volvió.

Él estaba seguro de que algo había sucedido, su padre nunca se marcharía y lo dejaría solo en la vida con su madre. Tres semanas buscándole y sin ni siquiera una posible pista.

Él ya no vivía en el pequeño pueblo. Se marchó a cientos de kilómetros de allá; su trabajo le obligaba y, con todo el dolor de su corazón, decidió abandonar su pueblo de nacimiento.

Tres días antes de su aniversario siempre pedía una semana de fiesta para poder estar con sus padres esos días.

Este año sería diferente, solo con su madre.

Como siempre, conducía distraídamente mientras escuchaba música de los 60 y 70. La mayoría de veces era Elvis Presley el que amenizaba su viaje. En ese momento estaba sonando el tema “Unchained Melody”, esa música le transportaba a otro lugar.

La noche era cerrada, solo la luna iluminaba la soledad de esa carretera de montaña que le llevaba a reunirse con su madre. La niebla de ese momento le hizo prestar más atención a la carretera por la poca visibilidad. Su velocidad era lenta; sabía que el hielo podía jugarle una mala pasada. Bajó el volumen de la música y escuchó el aullido de un lobo, animal que habitaba por esa zona; al mismo tiempo aflojó todavía más la velocidad. A pesar del frío reinante y la espesa niebla, bajó el cristal para escuchar cómo aullaba el animal.

Absorto en los sonidos del espeso bosque, no se dio cuenta de que en el centro del estrecho camino de montaña un lobo miraba fijamente cómo se acercaba el automóvil. Al girar la cabeza y percatarse de la presencia del animal, frenó bruscamente.

Los dos se quedaron mirando fijamente, el lobo parecía tranquilo mientras con la mirada desafiaba al conductor. Hizo ráfagas de luces largas y cortas para intentar espantar al animal, no se movió ni un centímetro del camino.

Tomó una decisión, bajó lentamente del coche sin quitarle ojo al animal, el cual seguía quieto. Cuando estaba a menos de dos metros, el lobo de un salto desapareció de su vista. La niebla no le permitió ver dónde se escondió, unos segundos intentando localizarlo y nada, ni rastro. Giró sobre sus pies para volver al vehículo, le sorprendió ver una sombra en el interior del coche. Cuando estaba a menos de dos metros pudo comprobar como dentro del coche había dos lobos: dejó la puerta abierta al salir, eso propicio que ellos pudieran entrar. Tenía un problema, que se agravó todavía más al girarse.

Tres animales de la misma especie estaban tras él. Tenía que pensar rápido cómo podía actuar. Los dos de dentro del coche le enseñaban los colmillos de manera desafiante, en cambio, los tres del exterior daban vueltas a su alrededor mansamente, como pidiéndole jugar.

 

Recordó que en el bolsillo llevaba unas galletas que siempre comía mientras conducía, intentó acercarle una a los del interior, lo que provocó que se pusieran más agresivos sin prestar atención al alimento que les ofrecía el conductor.

En cambio, los otros tres seguían con sus vueltas alrededor, uno de ellos cogió la pequeña bolsa de galletas y salió huyendo. Los otros se acercaban a él y se alejaban como pidiendo que les siguiera. ¿Por qué esa diferencia en la aptitud de los animales, unos agresivos y los otros dóciles?

Tuvo una idea, se acercaría poco a poco a los de fuera para intentar llamar la atención de los de dentro y que salieran para después, con una carrera, introducirse en el coche y poder marcharse. Era arriesgado, pero era su única posibilidad para poder salir vivo de allá.

Cuando se acercaba a los animales ellos se separaban más de él, provocando que cada vez se alejara más del vehículo. Los del interior seguían sin moverse ni un centímetro.

¿Qué querían aquellos mamíferos? Cuando se acercaba a ellos, ellos se alejaban manteniendo la distancia. En ningún momento mostraban agresividad, todo lo contrario; con sus miradas parecían estar contentos de tenerlo tan cerca. Esa especie de juego se alargó un poco en el tiempo, el coche ya hacía bastante que no lo podía divisar. Empezó a temer perderse y acabar devorado por los animales, de todas maneras su juego no le salió bien, los otros no le siguieron. Los animales parecían contentos con el juego pero él ya se cansó y decidió retroceder. Ese gesto no les gustó a los lobos que, con una carrera rápida, dieron la vuelta y enseñándole los dientes impedían que pudiera volver sobre sus pasos.

La amenazante presencia le hizo continuar, esta vez con los animales detrás de él. Le sorprendió que uno de ellos corriera para adelantarse a él. Se plantó mirándole fijamente, no podía avanzar ni retroceder, era el fin. Acabaría devorado por estos animales. Pero no intentaron nada, todos lo miraban fijamente sin signos de querer atacarle. Uno de ellos se fue entre unos matorrales, los otros dos continuaban cortando su avanzada de frente y por detrás. Instintivamente se dirigió hacia donde desapareció el tercer animal, apartó unos matorrales y su sorpresa fue mayúscula: había un pozo y parecía que en el fondo del pozo había alguien.

—¿Hay alguien hay abajo? —gritó.

Unos susurros le indicaron que efectivamente alguien estaba en el fondo, se giró y le inquietó ver que ahora eran los cinco animales los que le rodeaban, los del interior del coche se unieron, aunque ahora no tenían ninguna agresividad patente.

En ese momento, la luna se dejó ver entre las nubes, gracias a su luz pudo distinguir en el interior a un hombre muy débil que no podía casi hablar.

¿Qué era lo que tenía en las manos esa persona?

Estaba comiéndose las galletas que uno de los animales le robó.

Corrió hacia el coche para buscar una linterna, los animales corrían junto a él, sin ningún tipo de amenazas. Cogió la linterna y unas cuerdas que siempre llevaba en el maletero por si necesitaba remolcar algún coche por fallo mecánico.

El corazón se le aceleró cuando comprobó que era su padre el del fondo del pozo, ató un extremo de la cuerda a un árbol para poder sacarlo de ese lugar. Con mucho esfuerzo lo consiguió.

Una vez recuperado, el padre le explicó que cayó al pozo y los lobos cada día le traían algo de comer, a veces animales cazados por ellos mismos, que se los comía crudos. La gran humedad de la noche y unos plásticos le posibilitaban conseguir algo de líquido, que racionaba para poder subsistir el máximo tiempo posible. Cuando trajeron las galletas estaba seguro de que alguien le encontraría, porque ellos no le abandonarían, y si un humano estaba cerca lo llevarían hasta él cómo finalmente fue.

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