Lobos en la nieve

2023-04-03T12:13:40+01:0003/04/2023|

Desde que aprendió a ir en bicicleta, Juan era un enamorado de ellas. La sensación que experimentaba al recorrer las sinuosas carreteras de montaña mientras disfrutaba del paisaje para él no tenía precio.

Le faltaba un reto por cumplir con su bicicleta: subir a la parte más alta de una montaña nevada en invierno, concretamente en enero.

La montaña era hermosa, pero también peligrosa. La nieve y el hielo hacían que la carretera fuera resbaladiza y peligrosa, la luz del día se desvanecería rápidamente, Juan sabía que tenía que ser cuidadoso y estar alerta en todo momento a los posibles peligros. Mientras empezó a subir la empinada cuesta que tenía frente a él, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Tenía la extraña sensación de que alguien le estaba observando. Paró en un pequeño mirador que encontró en el camino para echar un vistazo, miró en todas direcciones y no vio a nadie. Volvió a subir en su bicicleta, pero seguía teniendo la percepción de que alguien no dejaba de mirarlo.

De repente, entre el silencio de la gran montaña, solo roto por el canto de los pájaros, se escuchó: “¡¡Auuuuuuuuuuuuu!!” Evidentemente, reconoció el aullido de un lobo.

Él sabía que los lobos eran comunes por esa zona, incluso alguna vez los había escuchado, pero nunca tan fuerte y la sensación de cercanía tan próxima, jamás la sintió tan cercana.

¡¡Auuuuuuuuuuuuuu!!

Volvió a sonar el lastimero aullido del animal.

Miró en todas direcciones, pero no vio ningún movimiento que le hiciera descubrir al lobo que estaba escuchando. Montó en su bicicleta y empezó a pedalear a un ritmo mucho más rápido que antes de escuchar el aullido por primera vez. ¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuu!!

Este último aullido le sonó tan cercano que la sensación de pánico se apoderó de él, el corazón parecía que se le saldría del pecho en cualquier momento, aceleró todo lo que pudo para intentar alejarse del lugar.

¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuuu!!

El miedo cada vez que escuchaba el aullido iba en aumento. Sabía que algo o alguien estaba acechando en la oscuridad, pero no podía verlo. De vez en cuando giraba la cabeza para intentar ver si alguien le perseguía. De repente, al mirar hacia el frente, se encontró con un lobo en el camino, mirando de forma amenazadora.

El lobo lo miraba fijamente con sus ojos amarillos brillantes con venas rojas en sus pupilas. Juan se paró en seco sorprendido por la aparición, pasaron unos segundos mirándose mutuamente. El ciclista se percató de que otro lobo aparecía por la parte derecha del camino para seguidamente otro aparecer por la parte izquierda, se dio cuenta de que estaba rodeado. Su intuición le decía que tenía que actuar rápidamente.

Con su bicicleta en la mano empezó a retroceder, los lobos no le quitaban ojo de encima, mientras le seguían con los colmillos afilados, pudiendo percibir la sensación de hambre que tenían en sus ojos, Juan empezó a temblar de miedo mientras seguía su retroceso sin quitarles ojo a los animales.

En su intento de escapada marcha atrás, Juan se tambaleó y cayó al suelo. Los lobos continuaron su camino lentamente hacia él, desde el suelo todavía tendría menos opciones de escapar. Los animales estaban ya a menos de tres metros de él, Juan pudo observar como salivaban cuanto más cerca estaban de él, la saliva en la boca de los animales todavía les daba una sensación de mayor agresividad.

El frío y la nieve en esos momentos no los sentía, los lobos tenían que notar el olor a miedo que estaba desprendiendo, su mirada lo delataba, era cada vez más evidente que su fin estaba cerca, uno de los lobos intento morderle unos de los zapatos, Juan cogió un puñado de pequeñas piedras del camino y se las lanzó todo lo fuerte que pudo. Eso hizo retroceder a los animales un metro, para a continuación volver a acercarse a su presa.

El aliento de los animales ya lo podía notar en su cuerpo, el ciclista sabia que su fin estaba cerca, moriría en la montaña devorado por unos lobos hambrientos. Cuando cerró los ojos abandonando la lucha por la supervivencia, una luz acompañada de una fuerte sirena se acercaba, la luz y el sonido cada vez eran más fuertes.

Los lobos retrocedieron y huyeron en la frondosa arboleda que tenían a los lados del camino ante la llegada de un coche patrulla de los guardabosques.

Juan fue salvado de una muerte segura. La experiencia fue aterradora, aprendió que siempre hay que estar preparado para cualquier desenlace inesperado. A pesar del susto, a Juan le seguía encantado disfrutar de la visión de la montaña cubierta de una densa capa de brillante nieve, con el fuerte contraste del azul del cielo, era su pasión.

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