D.E.P. Nala

2024-02-19T18:53:47+01:0019/02/2024|

Era el año 2011, creo recordar que cerca de Navidad. Temprano, cogí uno de los primeros trenes dirección Barcelona Sants. Tenía que encontrarme con una mujer que no conocía de nada; a ti tampoco te conocía, pero estaba seguro de que eras lo que estábamos buscando.

Toda la vida he tenido algún tipo de animal de compañía en casa, varios perros, pero ninguno como tú. Eras la perra más inteligente que he conocido. Hoy nos dejas tristes, tu partida no la teníamos asumida todavía. Tampoco eras tan mayor, solo 13 años.

Nunca olvidaré cuando de regreso de Barcelona, cuando volvíamos con el tren, descubrí que con tu mirada podías hablar. Me miraste fijamente y te entendí, querías sentarte encima de mí para viajar juntos. No me importó, te di la autorización y te subiste ágilmente de un salto.

Cuando llegamos a Calella, paseando en dirección a casa, paramos en el pipi can para que dieras unas carreras. No quisiste, te paraste a mi lado y no te moviste. Te agarré con la correa (no te gustaba la correa, pero tenía miedo que te asustaras y salieras corriendo). Al llegar a casa, te solté y me senté en el sofá, mientras, tú inspeccionabas toda la casa, saliste al balcón y subiste a las habitaciones continuamente oliendo todo.

Cuando ya tenías todo el territorio dominado, viniste junto a mí y te acostaste en mis pies. No te moviste hasta que se abrió la puerta y entraron dos personas. Al principio les ladraste. Esas personas eran tu jefa y tu mamá (muchas personas no entenderán; tampoco quiero hacer que entiendan nada).

Tu jefa era Judith, gracias a ella entraste en esta casa (no queríamos perros en casa, su voluntad y tozudez lo consiguió). La otra era Encarni, tu mamá (era tu mamá porque tú la elegiste como tal); eras su sombra, donde estaba ella estabas tú. ¿Cómo olvidar las carreras locas que te pegabas? Cuando te decíamos “¿Dónde está mamá?” recorrías toda la casa buscando hasta que al final encontrabas su escondite y le reñías ladrando por esconderse para asustarte. Después paz y a seguirla nuevamente.

Yo para ti era el otro jefe, nunca desobedecías una orden mía. Siempre obediente, menos cuando alguien venía a casa. Te sentías amenazada y vigilabas al intruso. Cuando pasaba un rato y comprobabas que era amigo, dejabas de ladrar, pero seguías vigilando.

La última persona de la casa, David, no te querías juntar con él cuándo era pequeño; era muy bruto jugando y a ti no te gustaba. Aunque cuando nos veías marchar a todos y solo quedaba él, siempre acababas en la cama jugando con él. Te cambiaba el nombre y eso a tu jefa la cabreaba. Tú eras Nala, no quería otro nombre o apodo para ti.

Tampoco podré olvidar nunca, durante la pandemia, en el patio de casa, el circuito que monté para entrenarte. Solo necesitaste 15 minutos para saber lo que tenías que hacer, tengo un par de videos donde demuestras tu inteligencia.

Tu forma de hablar con la mirada, cuando nos mirabas, sabíamos lo que querías: agua, comida, abrir una puerta… siempre te hacías entender. Igual que por la madrugada, intentabas despertar a mamá y, como no lo conseguías, venías a mí. Tenías que salir al patio a hacer tus necesidades, nunca las hiciste dentro de casa. Salías, te dirigías al lugar reservado para eso y en menos de cinco minutos corrías dirección a casa otra vez. Nunca hacías nada en las aceras ni en el asfalto.

De pequeña nos diste un susto; gracias a dios lo superaste. Volviste con más fuerza y energía. Cuando cualquiera de nosotros regresaba a casa, tu alegría era increíble. Sabías cuando salíamos, si podías o no venir con nosotros, nunca te quejabas.

Durante trece años, hemos sido una familia de cinco (mucha gente no lo entenderá, tampoco quiero que lo entiendan). Tenías tu mutua veterinaria, siempre vigilada por profesionales. Esta vez nada pudieron hacer por ti.

El 13 de febrero te fallaban las piernas, no seguías a mamá. Caminabas con lentitud y apatía. Una visita al veterinario, varias pruebas y después de una ecografía el mazazo; tenías un cáncer muy extendido. Los llantos empezaron por la casa, no sabíamos cuánto durarías ni cuál sería tu calidad de vida. Estaremos contigo hasta el final, no lo dudes.

El último día fue muy duro para todos. Te tenías que marchar, no valía la pena más sufrimiento para ti. Nunca olvidaremos tu mirada de despedida mientras te acariciábamos todos. Después del dolor que dejaste, creo que no volveré a tener otro perro con nosotros, no porque no nos gusten, al contrario, pero saber que un día lo tendremos que despedir como a ti, o él se quedara sin alguno de nosotros echándolo de menos, no creo que pudiéramos soportarlo. Si algún día volvemos a tener otro será lo más parecido a ti, sobre todo en carácter y alegría.

Cuando entre en casa ya no estarás en la puerta esperando que te acaricie y te dé dos golpecitos en el lomo. Nadie me saldrá a recibir, nadie me avisará cuando suene el timbre si no lo escucho. Estés donde estés serás la estrella que más brille, tus ojos eran signo de alegría y felicidad. Siempre estarás en nuestro corazón; pensaremos mucho en ti.

Trece años de amor, cariño, lealtad no se pueden olvidar fácilmente. Descansa en paz, NALA.

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