Miguel, ingeniero informático
Como cada fin de semana, me dirijo a alguna de las discotecas que hay por la zona con la esperanza de que aparezca la chica de mis sueños. Aunque lo que a mí gustaría sería cumplir mis sueños, tener suficiente dinero para hacer lo que me plazca en cualquier momento. Eso lo arreglaría una primitiva, pero no juego nunca, mi economía no me lo permite. Siempre tengo que estar pidiendo a los amigos para poder ir tirando, pero algún día alcanzaré mis sueños.
Mucha cola para entrar en la disco, tengo suerte de conocer a los porteros y aunque saben que no consumiré nada dentro del local me dejan entrar por la sencilla razón de que le caigo bien a las chicas, es una especie de reclamo.
Entro por el lateral, uno de los porteros me abre el cordón para que pueda entrar.
—Buenas noches Pierre —es el nombre del portero.
—Buenas noches, Carlos, una semana más con nosotros, gracias por venir.
Me gusta mucho bailar, la mayor parte de la noche la paso bailando. Al día siguiente normalmente tengo agujetas de tanto danzar al ritmo de la música. Llevo bastantes minutos observando como una chica no para de mirarme, me acerco a ella sin dejar de bailar.
—Hola, ¿cómo te llamas? ¿Nos conocemos?
—Creo que no, pero me encantaría conocerte. Por cierto bailas muy bien.
—Aún no me has dicho como te llamas —reclamé con una sonrisa.
—Me llamo Margarita, ¿y tú?
—Yo Carlos, ¿te apetece bailar?
La cogí de la mano y nos incorporamos a la pista de baile. La verdad es que ella tampoco bailaba tan mal, es una chica encantadora y sonriente, sus dientes blancos se iluminan al ritmo de las luces.
—¿Te parece si salimos fuera a tomar el aire?
—Por supuesto que si —salimos de la ruidosa discoteca y nos sentamos en uno de los bancos de los alrededores. Mientras charlábamos, me di cuenta de que un hombre de unos cincuenta años no paraba de observarnos. Se levantó del banco donde estaba sentado y se acercaba a nosotros con paso firme, pero lento. Me puse en guardia, temía que fuera un personaje peligroso.
—Hola jóvenes.
—¿Qué se le ofrece? —Margarita fue la que preguntó.
—Os estoy mirando hace bastante rato y me da la impresión de que estáis sin blanca, lo que se dice sin un euro.
—Eso no le importa a usted, haga el favor de largarse y dejarnos tranquilos.
—Creo que tendríais que escuchar lo que os quiero proponer.
—Si eres un viejo verde que quiere acostarse con alguno de nosotros dos, estás perdiendo el tiempo —yo hablaba por los dos.
—No, no, no, no tiene nada que ver con sexo. Es algo más interesante, me permitís sentarme un momento junto a vosotros.
—Siéntese y explique que es lo que quiere de nosotros.
—Soy ingeniero en informática, prácticamente tengo acceso a casi cualquier lugar del mundo a través del PC, lo que quiero hacer necesita a tres personas.
—¿De qué se trata? —me picaba la curiosidad.
—La empresa VIGILAN S.A. se dedica a la guarda y custodia de cualquier documento, cuadro, joya o todo lo que tenga un alto valor, es una empresa privada. Yo puedo bloquear la alarma y durante unos minutos abrir la caja fuerte acorazada. Podréis coger todo lo que encontréis, saldréis con total tranquilidad y luego repartiremos el botín en tres partes iguales, ¿qué os parece?
—Tendrán mucha vigilancia aparte de la alarma.
—Hay unas horas a la semana en las que solo se queda el técnico de los ordenadores. Siempre hay una persona en los ordenadores para evitar que le entre un hacker y le vacíen los documentos informáticos de gran valor, tanto o más que los objetos físicos,
¿qué os parece?
—¿Qué te parece, Margarita?
—Creo que es muy peligroso, Carlos.
—Os aseguro que riesgo cero, llevo mucho tiempo planeándolo y ahora lo tengo todo estudiado para realizarlo sin peligro para nadie.
Ella me miró, yo asentí con la cabeza. Es la oportunidad que llevaba tiempo esperando, tenía la corazonada.
Al fin llegó el día, todo lo estudiamos muy detenidamente, nada podía fallar. Nos acercamos al edificio de la empresa. A las 16:25 teníamos que abrir la puerta y entrar, del resto se encargaba nuestro socio desde el ordenador. Empujamos la primera puerta, esta cedió con facilidad. La segunda también se abrió con un ligero empujón, ya estábamos dentro. Ahora teníamos que dirigirnos a la caja fuerte que ya estaría abierta. Dimos tres pasos hacia ella y un fuerte zumbido nos dejó sordos, la alarma se había disparado. Intentemos salir corriendo, pero las puertas estaban bloqueadas, no teníamos escapatoria. La policía acordonó la zona, nos apuntaron como si fuéramos peligrosos pero en realidad éramos dos niños asustados.
A la pregunta de qué es lo que buscábamos solo se me ocurrió una respuesta:
—Estamos buscando trabajo y entramos para ver si necesitaban a alguien.
Por muchas preguntas que hicieron ,siempre dábamos la misma respuesta. Como no forzamos nada ni llevábamos ningún tipo de armas, tuvieron que dejarnos libres.
Nos sentamos en el mismo banco donde encontramos por primera vez a nuestro socio y sorprendentemente él también estaba en el banco frente a nosotros.
Me dirigí hacia él con rabia para golpearlo.
—Tranquilo muchacho, todo salió según lo previsto.
—Podíamos haber acabado en la cárcel, ¡como puedes decir que todo salió según lo previsto!
—Yo mismo activé la alarma para que viniera la policía.
—¡Eres un malnacido, tú nos entregaste a la policía! —le grité.
—Si, yo os entregué a la policía, como la puerta estaba abierta y no faltaba nada, la caja fuerte no la abrí, no podían acusaros de ningún robo.
—¿Y dónde está la gracia, donde está el botín? Nos arriesgamos para tu divertirte.
—El botín está a salvo, podemos repartírnoslo cuando queráis.
—Qué vamos a repartir si no pudimos coger ni un puto bolígrafo.
—Cuando sonó la alarma automáticamente el vigilante que estaba en el ordenador tuvo que dejar su puesto para atender e informar a la policía, momento en el que yo me introduje en su sistema y aproveché para conseguir toda la moneda virtual que tenían en custodia.
—¿De qué cantidad hablamos? —pregunté yo tímidamente.
—100.
—¿100 euros?
—No, 100 millones de euros al cambio para cada uno.
Margarita y yo nos abrazamos igual que nos estamos abrazando ahora mientras miramos el mar. Tenemos la vida resuelta con 150 millones cada uno. Mientras, sigo leyendo el periódico del día, con una noticia en la crónica de sucesos.
“En el día de ayer fue encontrado el cuerpo sin vida del ingeniero informático, Miguel Rodríguez. Se desconocen las causas, hace tiempo que no trabajaba, aunque era el mejor en su trabajo.”
—Pobre hombre, qué le habrá pasado. Hay mucha gente mala por la vida, el dinero no tiene amigos. Descansa en paz y gracias por todo señor Miguel, fue un placer repartir tu parte —susurré en voz baja.
Nunca te fíes de nadie.