A Ana le robaron la niñez (V)

2020-09-17T10:11:19+01:0017/09/2020|

Como las cosas les iban bien a Andrés y Laura, se mudaron a un pueblo cercano, Canet. El taller le funcionaba bien, incluso hizo ampliación de plantilla cogiendo varios trabajadores.

Ana iba y venía con todos los recados. Un día, la madre le dio una paliza por llegar tarde a causa de que el autobús se retrasó y para que Andrés no se diera cuenta quitó los plomos del contador. Era verano y Ana se puso, obligada por su madre, un pañuelo en el cuello y una chaqueta para que no viese los moratones y arañazos que tenía en el cuerpo y el cuello. Laura puso velas en el comedor y la cocina. Llegó Andrés cansado y hambriento, después de asearse se sentó en la mesa. Ana normalmente se sentaba a su derecha, pero esa noche su madre la puso en el otro lado de la mesa. El hombre preguntó:

-¿Por qué no hay luz?

-Se fundieron los fusibles y hasta mañana que pueda venir el electricista nos arreglaremos con velas -contestó Laura.

-¿Y esa niña por qué tiene tanta ropa con el calor que hace?

-Está un poco destemplada, habrá cogido una corriente de aire -dijo la madre.

Ana no dijo nada, asustada y aterrorizada por las amenazas de la madre. No podía ni hablar con Carlos pues su madre se lo prohibió.

Unos meses después, estaban mirando para comprar una casa, pero al final la alquilaron.

Laura dijo de ir a pintarla. Cuando ANA bajaba las escaleras le preguntó su madre si tenía las zapatillas viejas.

-Se me han olvidado -dijo la niña-, subo a buscarlas.

Sin mediar palabra, la madre se abalanzó sobre la niña y empezó a darle tortas, patadas, arañazos. De golpe, la cogió por el cuello y apretó fuertemente.

De pronto, Ana reaccionó y le dio una patada en el bajo vientre, la madre la soltó y la niña cayo patas arriba y gritando como una posesa:

-¡Que me matan, que me matan!

Salieron corriendo las vecinas y vieron el gesto de dolor de Ana temblando de miedo. La cogió por los pelos y la subió arrastrando tirándola sobre la cama.

La madre le gritó: “¡Me las pagarás!”

Ana contestó:

-Mamá me estabas ahogando. ¿Por qué me quieres matar, por qué?

Entre sollozos de la pena, le dijo a su madre:  “La próxima vez que me levantes la mano serás tú o yo”. Era la primera vez que Ana sacaba la rabia contenida.

Un día, Laura preparó la comida, hígado en salsa, diciéndole a Ana:

-Come tu primero, que Andrés no viene hoy a comer pues tiene mucho trabajo.

Cuando acercó el tenedor a la boca notó un olor nauseabundo y asqueroso.

-Esto no está bueno mamá, huele mal.

Laura la miró con rabia y odio, se abalanzó sobre ella y le pegó con todo lo que tenía a mano. La tiró al suelo y le metió el hígado a la fuerza en la boca, tapándosela hasta que se lo tragaba y siguió pegándole puñetazos y patadas hasta que Ana perdió el sentido.

Cuando despertó, como pudo salió a la calle. Estaba hinchada, tenía el cuerpo dolorido y todo le daba vueltas. Se acercó a la casa de al lado y pidió ayuda.

-Ayúdenme por favor, ayúdenme por favor -y se desmayó.

La vecina llamó a un médico. Entre tanto llegó Laura y la vecina le explicó cómo la encontró y que ella llamó al médico. La madre disimulaba y como si no supiera nada pidió al médico que la llevara a su casa y así se hizo, ya en la cama le pusieron varias inyecciones. Ana tenía temblores y vomitaba.

Cuando despertó vio al médico y a una enfermera en la habitación. El médico preguntó

-¿Qué has comido hoy? -El medico había visto lo que había vomitado.

Laura solo decía “se morirá doctor se morirá”.

-No se va a morir, pero tiene que tomar la medicación que le daré y como está tan hinchada tiene que guardar reposo el tiempo que dure el tratamiento.

Ana no podía ni hablar, parecía el muñeco Michelin. Estaba deformada por la hinchazón.

Cuando se quedaron solas la volvió a amenazar que si decía algo la mataba y en este momento Ana no tenía fuerzas para luchar, estaba hundida.

Un tiempo después, Laura se quedó embarazada de Andrés.

Pasó el tiempo y Ana seguía siendo la recadera de la empresa. Un día le dijo a su madre que le dolía mucho la barriga y tenía unos dolores muy fuertes. La madre le dijo:

-Tu eres hipocondríaca, no te inventes cosas. Eso son tonterías para llamar la atención, deja de molestar.

La niña tenía vómitos y se sentía muy mal, apenas comía ni bebía.

La niña acompañaba a todas las visitas a la madre y en una de ellas la llevó a un médico, que le hizo análisis varios. Al pasar unos días, fueron a buscar los análisis y después a ver al doctor.

El doctor las atendió con mucho cariño y al leer los resultados le pidió a Ana que saliera un momento para hablar con su madre a solas. Salió y al rato volvió a entrar. Cuando entró, la cara de la madre era de ira y odio.

-¿Con quién te has acostado? Te voy a matar, dice el doctor que estás de 8 meses igual que yo, ¿quién ha sido?

Ana, llorando tanto como se puede llorar, solo podía decir…

Continuará.

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