John en el circo

2020-11-16T11:19:43+01:0016/11/2020|

-Señoras y señores, con todos ustedes el gran circo Raluy, el circo de las 1001 noches mágicas!

Cada noche escuchaba las mismas palabras en el presentador del circo, cada día en diferente pueblo o ciudad. John ya estaba cansado, llevaba varios años enrolado en este circo. Se subió a la caravana hace 3 años, porque en su pueblo no se podía quedar: le amenazaban y acusaban de cometer un delito asesinando a un vecino, algo que él negó. Le acusaban de matar a un anciano después de una borrachera y eso no era cierto, pero no lo podía demostrar de momento, entre la gente del circo nadie lo buscaría.

Ese día, John volvía a su pueblo, Tarazona. Esperaba que nadie le reconociera, quería olvidar todo.

Como cada día, ayudó a montar la carpa y todos los aparejos para la actuación de esa noche. No quería salir del recinto por temor a que lo reconocieran. Dio una vuelta por los animales y todo estaba en orden. Empezó a caer la noche y lo único que se veía eran los focos que alumbraban la carpa.

Una vez acabada la última sesión del día y marcharse todos los asistentes, los trabajadores y artistas del circo se recogen todos en las caravanas. John estaba solo en la suya con las luces apagadas, no podía dormir y miraba el exterior por la ventana. En medio de la madrugada, vio unas sombras por entre las carrozas del circo, cerca de los animales. Se levantó y cogió una barra de hierro, no era la primera vez que intentaban robar. Sigilosamente se acercó donde vio las sombras, eran tres hombres y llevaban un paquete grande entre dos. Se acercaban a la jaula de los leones. John siguió mirando la actitud de los tres en silencio y con la barra  de hierro en la mano.

Uno de ellos abrió el gran paquete que llevaban y John se horrorizó: era el cuerpo de una mujer y la intención de los individuos era echarla a los leones para que acabaran con ella y que nadie los pudiera culpar a ellos y, en cambio, sí a los cuidadores del circo. No pudo aguantar más y salió de su escondite.

Gran error, había perdido de vista a uno de los tres y se encontraba justo detrás de donde él salió. Le agarró por el cuello y le apretó hasta quedar casi sin respiración. Entonces pudo ver la cara de las tres personas, eran los tres que declararon que él era el que asesinó a un anciano en el pueblo, uno de ellos se dirigió a John.

-¿A qué vuelves al pueblo a complicarnos la vida?

John contestó.

-Vosotros sois los asesinos y me culpasteis a mí.

-Pues ahora tu también servirás de alimento a estos gatitos.

Abrieron la jaula de los leones para introducir el cuerpo de la mujer y a John maniatado y con la boca amordazada.

La sorpresa que no esperaban es que un león salió corriendo y se abalanzó sobre el que tenía en sus manos a John. De un mordisco le arrancó el corazón, cayendo fulminado. Acto seguido se dirigió a otro que solo del golpe del león encima de él perdió la conciencia. El tercero se introdujo en la jaula para salvarse del león, pero a sus espaldas estaba la leona que lo destrozó de dos mordiscos. Solo quedaban John y el león, que se fue acercando a él mirándolo fijamente y cuando estaba a medio metro se tumbó en el suelo lamiendo las manos de la persona que los alimentaba cada día, porque era él el que les daba su alimento y los animales tienen memoria y raras veces atacan a alguien si no se sienten amenazados y John no era un peligro para ellos.

Cuando llegó la policía reconocieron a John y lo detuvieron. Unos meses después, en el juicio, quedó demostrado que los tres eran los asesinos del anciano y la mujer era la que se encargaba de él y en el testamento era la única heredera, usufructuaria de todos los bienes. Los asesinos eran los tres únicos sobrinos del asesinado, que esperaban cobrar la herencia y lo que consiguieron fue morir en las garras de los leones.

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