Las manos de mi mujer

2020-12-08T11:03:45+01:0008/12/2020|

Primeros días de otoño y la melancolía le llegaba de lleno a Manuel. Justo este mes de noviembre hacía tres años que no estaba su mujer con él, tres años de tristeza y apatía.

La vida les jugó una mala pasada, ellos eran una pareja feliz y estable que celebraban su 25 aniversario de casados, en un segundo cambio todo. Acabaron de cenar en el famoso restaurante Lasarte en Barcelona y con su coche se dirigían a su ciudad en la costa catalana y cuando salieron de la autopista, un coche a gran velocidad les adelantó. Los dos pensaron que insensatos. 300 metros más adelante, al salir de una curva, el coche estaba parado en mitad de la carretera. Ellos se pararon con ánimo de ayudar por si tenían algún problema. Cuando Manuel se acercó al coche la sorpresa fue mayúscula: uno le estaba apuntando con una pistola y le decía:

-Usted tranquilo y no pasará nada.

-Qué quieren ustedes, no tenemos nada, somos trabajadores.

-Si no tiene, lo busca. Mientras tanto, nos llevamos a su esposa hasta que pague.

-Y qué quieren?

-500.000 euros, cuando los tengamos usted tendrá a su esposa viva.

Y dicho esto, arrancaron el coche a toda velocidad con la mujer de Manuel. Apuntó la matrícula del coche con nerviosismo y se dirigió a la Policía a presentar la denuncia. La policía le atendió y le explicó que últimamente eran frecuentes este tipo de secuestros, conocidos como secuestros exprés: roban un coche y actúan. Le dijeron que cuando le llamaran por teléfono, que estuviera tranquilo e intentara alargar la conversación lo más posible para ellos localizar la llamada.

Pasaron 6 días y nadie llamó. La policía estaba desorientada, no era normal esta situación. En vez de una llamada le llegó una carta: “Usted no actuó bien, avisó a la policía, y ellos pincharon su teléfono. Como no podemos conectar, actuaremos en consecuencia. Vaya al puente de entrada de su ciudad y junto a un árbol que hay encontrará algo que no le gustara. Y no avise a la policía, está vigilado.”

Manuel se dirigió al lugar sin avisar a la policía, vio el árbol y se dirigió a él. Vio un cofre cerrado con un candado de numeración, se marchó a su casa a intentar abrirlo. Cuando entró en su casa encontró un papel junto a la puerta que solo ponía 72985. Miró alrededor y no vio nadie. Nervioso, puso el cofre sobre la mesa y colocó la numeración que había en el papel: 7,2,9,8,5. El candado se abrió, levantó la tapa del cofre y sus ojos se pusieron como platos al ver el interior, solo pudo echarse a llorar desconsoladamente. Cuando al final pudo parar, volvió a mirar en su interior y otra vez no pudo controlar su llanto. En las fotografías del interior del cofre se veían a 3 personas torturando sexualmente a la mujer de Manuel y otras con aparatos puramente de tortura militar. Y una nota: “esto le pasará cada día a tu esposa si no reúnes el dinero antes del 1 de diciembre”.

El primero de diciembre recibió una nota: “a las 8 de la noche, en la entrada de tu ciudad, hay una cosa para ti bajo el letrero del pueblo. No llames a la policía”. Manuel estaba muy confundido y preocupado y no sabía si llamar a los agentes, pero el día uno era mañana y no podía perder tiempo. Llegada la hora, se dirigió al lugar y encontró otro cofre igual que el anterior, pero más pesado. Se marcho a su casa e, igual que la otra vez, encontró un papel bajo la puerta y solo ponía una numeración: 85791. Con más nervios que la vez anterior, puso la numeración 8,5,7,9,1 y el cofre se abrió. Esta vez, el llanto se convirtió en un grito. Dentro del cofre esta vez no había fotos, esta vez había una mano humana con un anillo, el anillo de casada de su mujer, y una nota: “el resto del cuerpo te lo mandaremos poco a poco”.

Un mes después, otra carta: “bajo el letrero de la carretera hacia Barcelona encontrarás algo tuyo”. Los nervios le apretaban al estomago. Se dirigió al lugar, pero esta vez estaba preparado para todo. Igual que las otras veces, un cofre cerrado con candado. Lo cogió y se dirigió a su casa, pero esta vez estaba tranquilo, sabía lo que tenia que hacer. Al entrar en su casa, igual que las otras veces, una nota con un numero: 92062. Marcó el numero en el candado y se abrió. Era horroroso lo que encontró: otra mano de su esposa. Lloró amargamente durante un buen rato y luego se dirigió al ordenador y revisó un vídeo. Y automáticamente se puso a patear los barrios bajos de su ciudad y las poblaciones vecinas. Cinco días después de dar vueltas por todos los antros, ya sabía lo que quería saber. Habían cometido un error y ese error era que Manuel puso una cámara colocada desde donde se veía la entrada de su casa y pudo ver a la persona que traía las notas con la numeración.

A la salida de un local nocturno, un grupo de tres amigos fueron tiroteados y muertos, parece ser por una venganza de otra banda, aunque los testigos solo vieron a un hombre que después de acribillarles a tiros se bajó de su auto y a los tres les cortó las manos. Esta fue la noticia que Manuel escuchó en las noticias de la televisión y apurando una copa de whisky que tenía en la mano, se levantó y se fue a pasear por un bosque cercano, donde en un apartado una pequeña cruz estratégicamente escondida señalaba el lugar donde estaban las manos de su esposa enterradas y ese era el lugar que visitaba diariamente. La policía al final dio el caso de la esposa de Manuel como desaparecida y caso cerrado.

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