Descenso peligroso

2021-01-04T12:55:11+01:0004/01/2021|

Salió del restaurante de carretera después de una buena comida y se dirigió a su camión para continuar la ruta. Andrés era un camionero experimentado y, como todos, no bebía alcohol en las comidas cuando tenía que conducir. Le faltaban unos 300 kilómetros para llegar a su hogar con su familia, su mujer y sus dos hijos.

La N-541, en la provincia de Pontevedra, la conocía y sabía que era muy peligrosa por las curvas y las fuertes pendientes, pero siempre obedecía todas las señales de tráfico. Pasó por la cima de aquella montaña a las 15:20 horas empezó el descenso con la carga de 36 toneladas, todo transcurría con normalidad.

La familia Ortega salió del hotel donde pasaron unos días para regresar a su hogar, cogiendo como siempre la N-541 dirección Pontevedra. El padre sabía que tenía unos cuantos kilómetros de subida hasta la cima de la montaña, para después descender por la carretera peligrosa.

Andrés pensaba en su familia mientras descendía por la carretera de montaña, la próxima semana su esposa cumpliría 50 años y quería hacerle un regalo para que lo recordara toda la vida. El camión descendía a una velocidad adecuada para el tipo de carretera, todo marchaba bien, o eso parecía. Porque Andrés no podía ver la mancha que dejaba el camión en el descenso.

La familia Ortega subía por la empinada carretera sin ningún tipo de prisa. Llegaron las primeras curvas y el Mercedes no sufría en la carretera, la velocidad era constante y todos eran ajenos a lo que se avecinaba.

Andrés se empezó a preocupar cuando en una de las curvas tubo que apretar el freno más de lo normal. Quedaba mucho descenso y no podía parar, no había ni una zona para descansar en toda la carretera.

El hijo de la familia Ortega se empezó a quedar dormido en el camino de regreso, el padre y la madre hablaban sobre lo bien que lo pasaron en el hotel.

Andrés apretó fuertemente el freno en la siguiente curva y el camión prácticamente no aminoró la velocidad, las 36 toneladas le hacían descender más rápido. En toda su dilatada historia de camionero nunca se encontró en una situación similar. Agarró fuertemente el volante y redujo la marcha para usar el freno motor, pero no sirvió de nada, el sistema de frenado de aire estaba bloqueado, y la velocidad continuaba subiendo, en la siguiente curva el camión se levantó de dos ruedas con el peligro de volcar. Andrés lo estaba pasando muy mal.

El Mercedes seguía a velocidad constante y llegaban dos curvas bastante peligrosas.

Andrés sabía que venían dos curvas muy peligrosas a la velocidad que estaba circulando con el camión. En la primera, el camión tocó el guarda miedos del sentido contrario, pero pudo volverlo a su carril. Por suerte, no vino ningún vehículo en sentido contrario.

El Mercedes empezó a tomar la siguiente curva, una curva muy cerrada que no veías lo que venía en sentido contrario. Andrés agarró fuertemente el volante y con el corazón a 1000 por hora encaró la curva. No pudo hacer nada, solo gritar cuando el camión pasó por encima del coche que subía en sentido contrario. La familia Ortega solo vio un gigante de acero que les arroyó, después la oscuridad. Un coche que pasó por allí avisó a emergencias y en menos de 10 minutos estaban en el lugar bomberos, policías y ambulancias.

Andrés se acercó al coche de bomberos que estaba intentando sacar a los ocupantes del coche. El padre estaba bastante mal, pero los sanitarios estaban seguros de que se salvaría, lo mismo que la mujer que increíblemente solo tenía rasguños, como el hijo, y por su propio pie fueron a la ambulancia.

Andrés se acercó a los bomberos que estaban ahora rompiendo la cabina del camión para sacar al conductor, pero ¿qué buscaban? Él era el conductor, pero nadie le hacía caso y seguían intentando sacar al conductor del camión. Entonces escuchó la frase:

-No podemos hacer nada, está destrozado el cuerpo -eso significaba que murió en el accidente y estaba viendo lo sucedido, por eso nadie le miró ni dijo nada. Era un muerto que estaba a punto de pasar a otro lugar. Cuando pudieron hablar con la familia Ortega, el hijo contó como un hombre se metió dentro del coche y le ayudó mientras venían los servicios de emergencias.

-Es imposible que nadie entrara en el coche, estaba súper destrozado.

-¿Y dónde está ese hombre que te ayudó?

-No lo sé, solo sé que me ayudó.

Le pidieron una descripción de esa persona y cuando buscaron una foto del conductor del camión se la enseñaron.

-Sí, ese es el hombre que me ayudó.

-No puede ser, ese hombre es el conductor del camión que falleció en el momento del accidente y tardamos tres horas en sacarlo de la cabina.

Muchas más veces le preguntaron y siempre dijo lo mismo. El hombre lloraba mientras lo ayudaba y pedía perdón.

Unos meses después, la mujer de Andrés fue a visitar al hijo de la familia Ortega para ver como se encontraba. El chico le dijo

-Hola María, sabia que vendrías, él me lo dijo.

-Qué? -preguntó la mujer.

-Nada, me pareció que eras otra persona.

Pasados unos años del accidente, a nadie más le dijo lo de la persona que le ayudó, lo tomaban por loco.

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