Esculturas mortales

2023-10-16T09:28:52+01:0016/10/2023|

Como todas las exposiciones de Evaristo Rodríguez, sería un éxito. Había expuesto en media Europa y siempre vendía todas sus obras de arte, todas tenían una cosa en común: representaban figuras humanas, la tremenda realidad que les imprimía el artista hacía que se vendieran todas el primer día. Era normal ver, bajo el nombre de la obra, el letrero de vendido. Los críticos lo alababan en sus crónicas, todos los famosos querían una obra de Evaristo, se pagaban auténticas fortunas por cada una de ellas. Cuando acababa una exposición, en un año tenía preparada otra, era un auténtico cerebro de crear esas obras.

Todo le funcionaba bien a Evaristo, tenía más trabajo del que deseaba. Solo un lunar: la policía le estaba investigando, llevaban tras él dos años. ¿La causa? En las ciudades donde realizaba su trabajo sufrían misteriosas desapariciones de personas, casi siempre gente sin hogar, personas que la calle era su casa. Dos años tras él y estaban a punto de saber si era culpable o no de las desapariciones, aunque sería cosa del azar.

Eran habituales sus reuniones con la aristocracia de los lugares donde trabajaba, las autoridades contaban siempre con él para asistir a cualquier evento celebrado en la ciudad.

En una de sus exposiciones, la persona encargada de la limpieza de la sala golpeó involuntariamente una de las figuras, lo que ocasionó su caída al suelo y la consiguiente rotura de la obra, lo que vio le dejó en estado de shock.

Evaristo, que estaba en otra parte de la sala, corrió a ver lo sucedido, los ojos de horror de ella chocaron con los ojos de rabia de él. Se acercó a la mujer lentamente para darle un golpe en la cabeza con un trozo de la figura rota.

El golpe sonó seco, la chica cayó muerta por el impacto del mamporro que sufrió. A duras penas la pudo arrastrar hasta el coche. Una vez en el maletero, corrió al interior de la exposición para recoger los desperfectos antes de que viniera el turno de vigilancia que estaba por la noche.

Todo lo metió dentro del maletero, limpiando bien cualquier indicio de lo sucedido. Justo en ese instante entró el vigilante.

—Buenas noches, señor Evaristo.

—Buenas noches, Juan —este era el nombre del vigilante.

—¿Donde está la figura de abuelo sin dientes? —Este era el nombre de la figura rota. —La compró un cliente de Dubái, pero quería llevársela ya. No me pude negar, pagó al momento y en poco rato ya tenía el camión en la puerta para llevársela.

—Algún día, si acierto la lotería, compraré una de sus obras de arte.

Evaristo salió del edificio para volver a entrar por otra zona hacia el parking. No quería levantar ningún tipo de sospecha, nunca se llevaba el coche por la noche, pero aquel día era necesario.

Introdujo el coche en el parking privado de su casa, llevando el cadáver de la mujer y los destrozos de su obra de arte, tenía mucho trabajo que realizar esa noche.

La policía, en su ronda nocturna, se acercó a la sala de exposiciones para saludar al vigilante, algo habitual, ya que habían sido compañeros de patrulla unos años antes.

—¿Hola Juan, cómo va el servicio? —preguntó el policía.

—Bien, tranquilo, como siempre.

—¿En ese lugar no había hace dos días una de las obras?

—Sí, el señor Evaristo me comentó que un jeque de Dubái la compró hoy y tenía mucha prisa por llevársela.

—¿Cuándo la recogieron? —Preguntó el policía.

—Esta misma tarde, pagaron al momento y en media hora se la llevaron.

—Es muy extraño, antes de empezar el servicio pasé por la comisaria para leer el parte de incidencias y no había ninguna reseña de que pasaron a recoger ninguna figura. Pasaré otra vez por comisaria a cerciorarme de esa situación.

Efectivamente, en la comisaría informaron que en toda la tarde no pasó nada anómalo y menos recoger una obra de arte. El capitán de la policía quería hacer una visita al escultor para preguntar sobre la venta.

El taller del artista estaba plenamente iluminado, el policía llamó al timbre. El artista gritó.

—Un momento que no puedo abrir ahora mismo.

Pasaron varios minutos hasta que se abrió la puerta, todo parecía normal en el taller.

—Me comentaron que vendió una obra hoy.

—Sí, ya sabe usted, los caprichos de los jeques, lo quieren todo al momento.

—Está mintiendo, nadie compró ninguna obra hoy.

—¿Qué está insinuando?

—Usted tardó en abrir la puerta, yo espié por la ventana un pequeño resquicio que quedaba sin tapar, usted tiene un cuerpo en aquella habitación.

Evaristo se vio descubierto, tenía que escapar.

Intentó salir corriendo, pero su carrera fue detenida por los brazos del policía. En el forcejeo de la lucha entre ambos, un golpe a una de las figuras la hizo caer, automáticamente el jefe de policía lo vio claro todo.

—Queda usted detenido por hacer desaparecer a personas creándoles la muerte.

En el registro policial no sé sabía con certeza cuantas figuras tenía el escultor, tenía figuras en diferentes etapas de su creación, la obsesión de Evaristo le llevaba a trabajar en múltiples proyectos a la vez.

El escultor siniestro utilizaba métodos y técnicas para preservar los cuerpos de sus víctimas, evitando de esta manera el mal olor. Técnicas de embalsamiento en las que utilizaba productos químicos para evitar los olores y la descomposición de los cuerpos. A partir de los cuerpos de los asesinados empezaba a gestar su obra, todas las esculturas tenían un cadáver en su interior.

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