De convivencia y respeto

2020-03-04T20:48:54+01:0004/03/2020|

Calella en todo su esplendor es cercana a sus conciudadanos, es amable, alegre, a veces bulliciosa e incluso se respira paz si la relativizamos con otras ciudades nada generosas con el respeto de las normas de convivencia. Tiene lo bueno y lo malo en ocasiones, ¡que todo se sabe!

Bueno porque el grado de solidaridad es increíblemente recurrente y desinteresado, parece que estemos esperando la ocasión para salir al encuentro de las causas necesarias y ahí es cuando nos volcamos en lo realmente importante que es la convivencia.

Sin embargo, tantas flores y diretes hacen de Calella una ciudad que parece que no evolucione hacía una mejora en su construcción humana. La crítica, a veces mordaz o simplemente con el afán de hacer daño, nos mete en el grupo de la intolerancia y la falta de respeto por las mínimas normas de convivencia, lo que hace de Calella una ciudad menos amable.

La teoría de las normas siempre es bien aceptada por la población, más la práctica de las mismas brilla por su ausencia. Calles en mal estado, sucias, incivismo, sensación de falta de seguridad son elementos que nos acompañan en el día a día.

La autocrítica sería una buena forma de intentar resolver estas prácticas nada saludables para la convivencia, tirar la basura por la tarde, no ensuciar gratuitamente las calles, las aceras, ser amables con tus vecinos, respetar los espacios públicos de cualquier simbología política; sería un buen comienzo para transformar nuestra ciudad en eso que todos deseamos, un ejemplo de convivencia entre sus vecinos.

Por otra parte, la crítica –en ocasiones acertadas, otras sin consistencia– a las instituciones de nada sirven si uno mismo no es capaz de favorecer ese buen clima. Las normas y las leyes están para cumplirse, lo contrario es caer en el caos y el desconcierto, lo que conlleva a una sensación de insatisfacción y desapego por nuestro espacio común.

Nadie debería sentirse excluido y sin embargo existe esa exclusión social, económica y política, de calidad humana en definitiva, de amabilidad entre todos, la razón –el seny– jamás deberían haberse ausentado de nuestra querida y a veces tan denostada Calella.

Todos deberíamos remar en un único sentido para hacer de nuestra tierra el lugar que antaño fue: un lugar amable, acogedor, multicultural, donde en ciertas épocas del año, se convertía en epicentro neurálgico de miles de personas de distintos países, con diferentes idiomas y con la capacidad de abrir sus brazos a la convivencia por su amabilidad y tolerancia.

Recuperemos el sentido común y pasemos página de sucesos que nos avergonzaron y que hirieron nuestra naturaleza más humana.

Limpiemos de simbología política Calella, desde las instituciones primero y luego desde la ciudadanía, y declaremos libre de odios nuestros espacios públicos, para que todas y todos los calellenses nos podamos sentir acogidos de corazón y no desde un mero procedimiento admistrativo.

Es una obligación del Equipo de Gobierno de nuestro Ayuntamiento y es un derecho de todos los que convivimos en nuestra ciudad favorecer esa convivencia tantas veces nombrada en las campañas electorales y luego olvidada de la práctica.

Conseguirlo sería señal de que Calella evoluciona hacia ese ejemplo de ciudad que tanto predicamos y nunca practicamos, ¡tenemos una deuda con la convivencia!

Brindo por mi Calella, la del orden, la gran acogedora y simpática que conocí y que entre todos deberíamos recuperar, en definitiva, aquí, ¡todo se sabe!

Comparteix el contingut!

Go to Top